jueves, 23 de agosto de 2012

Contaminación del Río Atoyac, problema ecológico y sanitario

• Anemia hemolítica y leucemia, enfermedades cuya frecuencia resulta importante para los habitantes de la zona
• La exposición a sustancias químicas podría alterar el mecanismo de expresión de genes

En una serie de estudios practicados en habitantes de la zona agrícola industrial de San Martín Texmelucan, Puebla, investigadores universitarios han detectado graves enfermedades causadas por contaminantes arrojados al río Atoyac por las industrias asentadas en la región desde hace más de 20 años.
"El origen fue en los corredores industriales y en una planta petroquímica, fuente de trabajo para algunas personas de la región, que antes se dedicaban a la agricultura", detalló Regina Montero, del Departamento de Medicina Genómica y Toxicología Ambiental, del Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM.
Antes de la llegada de esas empresas, a principios de los años 90, el cuerpo de agua ya estaba dañado, principalmente por las descargas municipales; sin embargo, desde hace algunos años la contaminación de la región se ha diversificado con descargas industriales.
Pero las sustancias químicas no sólo afectan al ambiente, también podrían ser origen de enfermedades entre los habitantes de las poblaciones conurbadas a Texmelucan, como anemia hemolítica e insuficiencia renal.
Con la instalación de las textiles empezó el derrame en las aguas de un colorante que se utiliza en el teñido de la mezclilla, llamado índigo, así como de hipoclorito de sodio, sustancia con la que la blanquean.
"Antes de nuestro estudio, investigadores del Instituto de Ingeniería (II) determinaron que en el río había concentraciones muy altas de cloroformo, de diclorometano y tolueno", señaló.
El origen de cada sustancia es diferente. Una viene de la industria petroquímica y de la pintura, en la que emplean solventes. El diclorometano se utiliza también como solvente, desengrasante, para extraer otros compuestos, en la industria del plástico, y en general, tiene un amplio uso.
Sin embargo, las empresas de la zona han declarado que no utilizan cloroformo. Entonces ¿por qué está presente en el río?, cuestionó la investigadora. "Porque el hipoclorito de sodio usado para blanquear las telas al ser arrojado a las aguas del río reacciona químicamente y forma cloroformo", respondió.
Esto fue lo que determinó el Instituto de Ingeniería, pero la gente empezó a observar que a partir de la llegada de la petroquímica sus niños, en general los menores de 18 años, empezaron a enfermar de anemia hemolítica, de leucemia y de insuficiencia renal. La observación empírica de la población es que no existían estos padecimientos antes de los años 90.
"No hay datos oficiales que indiquen si las afecciones estaban antes de la llegada de la industria a la región, ni se han hecho estudios formales de epidemiología", apuntó.

Toxicología genética

En el 2004, una ONG, el Centro fray Julián Garcés, formado por abogados, sociólogos y fundamentalmente sacerdotes, pidió a la investigadora documentar la situación del río.
"Una forma de hacerlo era registrar los compuestos que se usan en las industrias, para lo que era necesario entrevistar a los trabajadores. Se nos informó que no había disposición de las empresas, por lo que tuvimos que entrevistarlos en sus casas. Con sus respuestas elaboramos una lista", explicó.
El equipo de investigadores hizo un estudio en el que emplearon biomarcadores de genotoxicidad para ver si había un efecto. "Esto significa que la gente que está expuesta a los contaminantes podría experimentar daños en las células, en su ADN".
Los biomarcadores son útiles para prevenir el cáncer. Empezaron a usarse en ambiente ocupacional porque los trabajadores estaban muy expuestos a compuestos cancerígenos que se usan en la industria. Bajo reglamentaciones internacionales se utiliza extensamente en la Unión Europea y se ha trasladado su análisis del ámbito ocupacional al ambiente externo.
En un terreno ocupacional, la medicina del trabajo implementó medidas de seguridad con el uso de señalamientos de sitios donde se manejan sustancias peligrosas o tóxicas, con el etiquetado de los compuestos para prevenir accidentes, con cursos de capacitación y concientización, además de proveer a los obreros el adecuado equipo de protección para evitar la exposición por cualquier vía: dérmica, respiratoria o ingerida.
"El empleado debe usar anteojos o mascarillas, audífonos, guantes, gorros, un traje que los cubra para minimizar su riesgo a la exposición. Sin embargo, durante las entrevistas, sólo los trabajadores de Pemex informaron que sí utilizaban un equipo de protección, que consiste principalmente de guantes, botas y casco. Ocasionalmente, si van a limpiar ciertas áreas emplean overol completo y mascarilla", acotó.
En otras empresas, particularmente las textiles, no nos reportaron el uso de dispositivos de seguridad para el trabajador.
El problema que surge en el momento que estos compuestos abandonan el ambiente ocupacional y llegan al general -donde hay mujeres, jóvenes, niños y ancianos- es que no hay señalamientos ni entrenamiento para su uso, ni siquiera información de su presencia en el aire, el suelo o el agua.
La exposición ocurre sin equipo de protección, y no sólo durante el horario de trabajo, sino de tiempo completo. Los animales y las plantas son las víctimas adicionales.

Los que viven cerca del río, los más afectados

"Se podría pensar que si el problema está en el agua, entonces con alejarnos del río evitamos la exposición. Sin embargo, este último es un organismo vivo en comunicación con todo lo que le rodea: hay evaporación al aire, filtración al subsuelo y a los mantos freáticos. En su curso, puede llegar a lagos y al mar. Muchos contaminantes siguen el mismo ciclo del líquido".
Si calienta el Sol, el agua se evapora, pero también los compuestos que son más volátiles, como el tolueno, el benceno, el clorometileno, el cloroformo. Ya en el aire, se distribuyen con el viento; si no hay, la distribución es homogénea hacia todo lo que lo rodea, pero si hay, serán llevados hacia donde éste se dirija, y pueden depositarse a grandes distancias como partículas, o caer con la lluvia.
Los investigadores decidimos hacer el estudio de genotoxicidad en poblaciones cercanas al cuerpo de agua para establecer cómo es la exposición en sus habitantes.
Tomaron muestras de sangre a un grupo de las comunidades más alejadas del río (población A) y a otro que residía cerca (población B). También incluyeron a uno de estudiantes de la UNAM en el D.F. (población C). "Éste fue nuestro grupo control".
Se hicieron cultivos de células sanguíneas, y se encontró una frecuencia elevada de micronúcleos, que son rompimientos cromosómicos.
"Al romperse un cromosoma se pierde material genético. Si es un gen necesario para la sobrevivencia de la célula, ésta muere, pero si no lo es, sigue viva pero con una mutación, que puede ser el inicio de un proceso cancerígeno".
Se observó que la frecuencia más baja de este tipo de daño fue en la población C. La B presentaba una frecuencia tres veces mayor que la C, y la A, ligeramente menos daño que la B.
Según los resultados, la gente que vive en la zona tiene más daño de micronúcleos, pero el más fino, los rompimientos de cromosomas, que establecen un ciclo que se relaciona mucho más con el proceso de cáncer, se origina cerca de donde descargan las industrias.
Los habitantes de esta región están expuestos crónicamente, de cuerpo entero, a estos contaminantes, lo que incrementa su riesgo de enfermar, en principio de cáncer, pero recientemente se ha comprendido que la exposición a tóxicos puede dañar no sólo al ADN, sino a todo el mecanismo de expresión de genes.
"Si la exposición a sustancias químicas altera a este último, entonces el riesgo de enfermedad, no sólo de cáncer, es infinitamente mayor, por lo que es necesario monitorear a estas poblaciones permanentemente, para establecer cuáles son las afecciones que deben ser atendidas en sitios que surgen en el país a raíz de la intensa industrialización de las zonas rurales", finalizó la académica.

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